
Si algo me tiene maravillada de la nueva vida que llevo, es sentirme rodeada de personas que edifican mi espíritu, compartiéndome las enseñanzas que el Señor imparte a sus vidas y corazones, dejándose usar por Él como ese instrumento perfecto que comunica a mi vida lo que necesito aprender en cada momento que pasa.
Hoy, tras un rato de conversación con una hermana en Cristo, a la que amo incluso más que la distancia física que nos separa, pensaba acerca de la diferencia de vivir en el mundo, queriendo lograrlo todo con la fuerza propia y el esfuerzo humano, y lo que significa vivir en el espíritu.
En un mundo donde vales y te definen por los títulos que obtienes, la profesión a la que te dedicas, las horas que pasas en el trabajo, la ubicación prigilegiada (o no) del lugar en el que vives, el tamaño de tu coche, los viajes que has hecho, la cantidad de ceros que tenga tu cuenta en el banco y un largo etcétera en la lista de bienes materiales, me doy cuenta de la bendición que es que el Señor me haya rescatado, para cambiar esa identidad carente de sentido y llena de vanidad en mí, redefiniendo el significado de la vida y mis prioridades, poniendo el valor de lo inmaterial por encima de aquello que puedo ver.
«Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os seran añadidas.»
Mateo 6:33 RV1960
Lo material y tangible se logra gracias a lo intangible, que es tener la salud mental en orden, el corazón (las emociones) bajo control y el alma descansada y eso solo lo consigue el creador de todas esas cosas, porque es quien puede entrar hasta lo más profundo de ellas y reparar lo que pueda estar dañado e incluso hacerlo nuevo, para que podamos enfrentarnos con valentía, esfuerzo y seguridad a los desafíos que indudablemente nos vamos a encontrar en la vida.
«En el mundo tendreis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.»
Juan 16:33 RV1960
Mi abuelo siempre ha dicho que, para morirse, solo hace falta estar vivo; esa es su seguridad. Tras leer y escuchar las palabras de Jesús, la seguridad de que tendremos problemas mientras estemos vivos, se afianza en mi interior y, lejos de preocuparme, me llena de esa paz que sobrepasa todo entendimiento y calma mis ansiedades porque también me hace saber que Él ya vencio todo aquello que intenta atormentarme y me llama a tener confianza en Él, que es quien me sostiene.
Pero la única forma de tener esa confianza es conociéndole; no puedo confiar en quien no conozco y vivir en el espiritu se trata de una relación de intimidad con Su Espíritu, que da vida al nuestro y lo alimenta diariamente, a cada hora, minuto y segundo que pasa.
«Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no ejecutará?»
Números 23:19 RV1960
El mundo está preparado para hacernos desconfiar de todo aquello que no podemos controlar, vendiéndonos la mentira de que podemos conquistar cualquier cosa, con nuestras propias ideas y logros, con la última fórmula mágica que nos resuelva la vida dándonos la gratificación instantánea de tener todo aquello material que los demás anhelan alcanzar para «ser alguien»; mientras nos matamos unos a otros (y a nosotros mismos) para conseguirlo, solo logramos meternos más profundo en un pozo sin fondo de cansancio y dolor que exacerba nuestras debilidades y nos frustra por no ser perfectos.
Bendita imperfección… gloriosa debilidad. Son esos dos ingredientes los que consiguen resultados dignos de alabar, cuando se llevan a los pies de quien los usa para fortalecernos:
«Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate en mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.»
2 Corintios 12: 7-10 RV1960
Pienso en Pablo, el escritor de las cartas del Nuevo Testamento, y en todo lo que logró. La forma en la que Dios habla a través de Él es sumamente poderosa y llena de sabiduría. Cualquiera en sus zapatos se habría exaltado a sí mismo, para ser adorado y congratulado por otros, por tal nivel de conocimiento. Mas él lo tenia claro; sus logros no eran suyos, su visión no era suya, el Señor había llegado a Su vida para revelarle La Verdad, romperle los esquemas, cambiarle hasta el carácter, para demostrar quién es Dios, en medio de una sociedad incrédula y vacía.
En un mundo en el que «solo los fuertes prevalecen», hemos sido llamados a ir en contra de la corriente, aceptando e incluso agradeciendo nuestras debilidades, para que el poder y la luz del Padre sean vistos a través de nosotros y que nuestra fortaleza sea aún mayor, afianzados en la Roca inamovible que es Cristo, «el autor y consumador de la fe».
«Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.»
Sermón del Monte: Las Bienaventuranzas
Mateo 5: 3-12 RV1960

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