«Y a pesar de todo, oh SEÑOR, eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú, el alfarero.
Todos somos formados por tu mano.»
Crecí asistiendo a un colegio religioso, donde me inculcaron la idea de un Dios todopoderoso que desde su trono me juzgaba cada vez que hacía algo malo.
Siendo muy honesta, mirando hacia atrás y haciendo un repaso de mi infancia y juventud, nunca llegué a entender completamente de qué se trataba el tema de ese Dios del que me hablaban… a pesar de la catequesis para prepararme para los actos litúrgicos y de estar rodeada de monjas que me hacían pensar que la vida religiosa era igual a vivir aburrida y encerrada, no era consciente de lo que significaba la imagen de un hombre triste, clavado en una cruz, ni mucho menos concebía que fuese de verdad… para ese entonces, no había recibido la revelación del Padre y lejos de acercarme a Su presencia, lo que logró la religión fue alejarme y hacerme sentir rechazo por todo lo ataviado de «santidad».
Últimamente me siento tan pequeña… y es que realmente lo soy. Y gloria a Dios por eso porque, como diría David, definitivamente no somos más que polvo (Salmo 103:14)
Después de años alejada de todo lo que llevase marca religiosa y de haber vivido en rebeldía durante suficiente tiempo como para empezar a pagar las consecuencias de mis propias decisiones, no hago responsable a nadie más que a mí misma de haber vivido completamente alejada de Dios y aunque sepa que los colegios religiosos no me ayudaron a conocerle a Él, la verdad es que hoy siento y pienso que, muy probablemente, muchos de los que trabajan en ese tipo de instituciones son los primeros que no conocen a Dios de verdad, y nadie puede enseñar algo que no conoce.
A lo mejor el párrafo anterior suena extremo e incluso arrogante, por hoy considerarme en el privilegio y la bendición de tener el regalo de saberme hija de Dios, pero realmente la Palabra nos llama a reconocer la verdad de quienes profesan supuesta autoridad por sus frutos (Mateo 7:16), el más grande de ellos siendo el amor, el cual durante muchos años no sentí de parte de nadie… o al menos nadie que se hiciese llamar religioso. Pero esa es otra historia…
El punto de todo esto no es crear una división entre los que creen una cosa u otra, sino acercarnos todos los que decidamos creer por fe en aquél que entregó Su vida por pagar el precio de nuestros pecados.
Es tanto lo que Dios ha dado ya por cada uno de nosotros, y tanto lo que tiene para dar… que la verdad es que me quedo sin palabras.
Vivimos en un mundo en el que el concepto de familia se diluye cada día más y yo puedo hablar de lo que significa crecer sin sentir el amor y la validación de un padre, no porque no lo tuviera, sino porque el que tenía (y gracias a Dios sigo teniendo) no supo darlo, porque tampoco lo recibió. La falta de identidad que viene de no tener raíces arraigadas causa estragos mayores de los que cualquiera pudiera imaginar y, muchos de los que vivimos de esa forma, no somos ni conscientes del por qué de todo lo que ocurre en nuestras vidas… he ahí el por qué cada día hay más personas necesitando cientos de sesiones de terapia para encontrarle sentido a algo, e incluso sobreviviendo a punta de tratamientos farmacológicos que ayuden a paliar los efectos de la ansiedad y depresión causadas por no saber de dónde venimos, ni por qué estamos aqui (todo esto lo digo con conocimiento pleno, porque yo fui una de esas que necesitó mucha terapia y muchas pastillas para «sobrevivir»)
Si supiéramos lo que tenemos a mano… al alcance de nuestros dedos, en la punta de nuestra propia lengua, listo para ser confesado y clamado, seguro que nos ahorraríamos mucho sufrimiento. Pero el libre albedrío existe para que cada quien decida lo que quiera hacer y estamos tan metidos dentro de nosotros mismos, considerándonos tan autosuficientes y tan distraídos por cualquier cosa que brille y reluzca sin ser oro, que ni nos paramos a pensar en nada más que ser, hacer, tener y aparentar lo que el mundo nos quiera vender que necesitamos para conseguir la felicidad.
Todos somos hijos… y tener confianza en esa paternidad es la clave de todo, porque la figura paterna es la que nos afirma y confirma lo que somos, en medio de un mundo que no sabe definirse a sí mismo, para darnos autoridad y dominio (propio), sin importar las circunstancias.
Y si eres como yo, que durante muchos años ni has sabido lo que significa esa afirmación, y probablemente todo esto te suena a chino porque no tuviste un padre que cumpliera ese rol, ni tuviera un efecto positivo en tu vida, la Biblia nos enseña que «aunque mi padre y mi madre me abandonen» el Señor nos arropará y nos enseñará a vivir (Salmo 27:10-11), si tan solo decides darte la vuelta y buscarle.
Tener padre, ser hijo, es saber quién eres. Eso no cambia por más que te quieran vender cualquier fantasía. Y que tu padre sea EL PADRE… el creador del universo, de todo lo que existe, el que hace que salga el sol, que conoce las estrellas por su nombre (cada una de ellas), que creó los peces del mar, las aves del cielo, que viste las flores del campo, que hace que descienda la lluvia y que sople el viento, que vigila que cada uno de nuestros cuerpos sea formado en el vientre a Su imagen y semejanza y hace que nuestra anatomía funcione a la perfección (independientemente de que podamos verlo o no)… tener como Padre al Dios Todopoderoso, que también es el buen pastor que te acompaña con Su Santo Espíritu en tu interior… eso no se compara con nada, ni se puede comprar, porque por Su gracia y amor hacia nosotros, ha decidido llamarnos hijos, a todos los que por fe hemos querido recibirle (Juan 1:12)
No hay historia más hermosa que esta… y poder contarla por mi propia experiencia me hace sentir gratitud.
Ojalá tu también decidas contarla por tí mismo.
«Si puedes creer, al que cree todo le es posible» – Marcos 9:23

Te dejo una foto de mi parabrisas que, aún estando sucio, no es capaz de empañar la belleza de la creación («Los cielos cuentan la gloria de Dios» – Salmo 19:1) (si, conocer a Dios te pone romántica y cursi, porque es la mejor historia de amor que jamás te han contado y que podrías llegar a vivir mientras estés en esta tierra)
Que Dios te bendiga.

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